Hablando sobre Pericia Caligráfica: Algunos axiomas importantes en Pericia Caligráfica
María del Carmen Calderón Berrocal continúa con la serie de artículos “Hablando sobre Pericia Caligráfica”
Lo primero que debemos saber y tener presentes es que grafismo y psique están en permanente relación e causa y efecto.
Hay que tener en cuenta que no somos lo
que vemos, no somos solo la materialidad del cuerpo sino que tenemos un
componente fundamental sin el cual no existiríamos, el alma. Somos alma y
cuerpo; y, la primera percibe cosas que al cuerpo se le escapan. Lo
mismo que no hay dos seres iguales, es decir, lo mismo que no hay dos
compuesto de alma y cuerpo iguales, tampoco existen grafismos iguales.
La igualdad en la grafía no existe ni
siquiera en escritos de una misma persona. Los presocráticos decían que
nadie se baña dos veces en el mismo río, cierto. Vivimos en presente
afectados por el pasado y proyectado hacia el futuro, pero mientras
estamos diciendo presente, ya se está convirtiendo en pasado y estamos
siendo afectados por cosas nuevas en un transcurso de secuencias que
inciden en nosotros de forma variopinta.
Lo que el individuo padece lo somatiza y
viceversa; así, se sucede una variedad infinita en las que las formas
no se repiten nunca igualmente entre un mismo sujetos, menos aún, entre
sujetos distintos.
La escritura es un resultado neuromotor.
Las directrices neurológicas pueden ser condicionadas por el
aprendizaje, la instrucción, la voluntad; con la adecuación del órgano
que ejecuta la función escrituraria, que puede ser la mano derecha, la
izquierda, la boca, el pie; así como también condiciona el alfabeto que
se esté utilizando, pues no es lo mismo escribir en latín, que en
griego, germano, eslavo, árabe, o cualquiera de las variantes
orientales.
Además de los estados que se muestran
como permanentes en un determinado sujeto, estados crónicos del
psiquismo o somáticos, influyen en su escritura, sino que el autor del
grafismo está sujeto también a afectaciones puntuales que pueden
influenciarle grandemente, estados tímicos o fisiológicos pasajeros
pueden llegar a tener una influencia mayor que aspectos permanentes o
crónicos.
En la escritura se unen el pensamiento,
el lenguaje, la psicología de cada cual, su dinamismo, su gesto gráfico;
y, todos estos ingredientes van a determinar la peculiaridad de su
escritura, donde todo ello queda automatizado.
La automatización significa que la
escritura queda sujeta al inconsciente. Aunque es un acto de voluntad
consciente, el automatismo hace que en ella fluyan elementos que
pertenencen al subconsciente. En el automatismo se fijan y persisten las
peculiaridades gráficas que van a hacer el carácter de una escritura,
de una grafía, de una rúbrica. En la automatización, el individuo va a
representar verdaderamente lo que hay en su interior sin poder
disimular, aunque quiera.
En un cuerpo de escritura no se puede
disimular la personalidad del autor, siempre hay caracteres que lo
identifican y que no puede evitar fijar sobre el soporte con el útil
escriptorio. Un autor no puede disimular todas sus características
personales ni aún tampoco la mitad, siempre aflora algo que lo
caracteriza a él y lo individualiza del resto, que lo identifica como su
huella dactilar lo haría.
Por más que se pretenda a lo largo de un
escrito, de un cuerpo de escritura, el autor no puede disimularlo todo a
la vez y afloran con toda seguridad, características individuales que
hablan de la personalidad del mismo. Realmente la escritura es un acto
de afirmación de sí mismo, más aún en la rúbrica; luego, cuando un autor
está disimulando su propia grafía para adaptarla a otra, realmente lo
que está haciendo es un acto de negación de si mismo.
Los signos personales terminan venciendo
al disimulo en la grafía ya que son producto de su inconsciente por más
consciente que sea de su voluntad de manipulación éstos se impondrán a
lo que supone un freno de la consciencia.
Hay que decir que todos los signos no
tienen el mismo valor, sino que los que cuentan con mayor importancia
son los más imperceptibles porque significan la expresión del
inconsciente con más pureza; al ser más inconscientes tienen una mayor
espontaneidad. Al ser poco visibles pueden escapar con mayor facilidad a
los posibles intentos volitivos de falsificación o disimulo.
Si
Heráclito decía que “nadie se baña dos veces en el mismo río”, porque
todo es mutación y todo está sujeto al cambio, también las personas
escribientes se modifican de un momento a otro; el hombre que escribe
está limitado a sí mismo porque es él mismo y su escritura es su
reflejo. “La armonía oculta es mayor que la manifiesta”, decía también
Heráclito de Éfeso. Saint-John Perse aportaba su pensamiento aclarador
con estas palabras: “Los que acampan cada día más lejos del lugar de su
nacimiento, los que arrastran su barca cada día hacia otra orilla,
conocen cada día mejor el curso de las cosas ilegibles; y remontando los
ríos hacia su fuente, entre las verdes apariencias, son alcanzados de
pronto por ese resplandor severo donde toda lengua pierde su poder”.
La corriente es la vida y sólo los peces
muertos nadan por la corriente. Ningún autor, legal o doloso, que esté
vivo va a identificarse plenamente con una escritura que no sea la que
está realizando in situ, será fiel a sus caracteres y constancias
gráficas, pero no podrá ocultar su personalidad en su grafía; la grafía
es una acto de afirmación de un ser vivo y la identificación o
repetición significa copia y muerte, la no creación sino la repetición;
un individuo no es una fotocopiadora, no es una máquina, es un ser y
como tal se afirma a si mismo, por más que luche por enmascarar o
disimular su grafía.
Alexander
Romanovich Luria decía que el lenguaje escrito constituye la estructura
básica sobre la que se edifican los procesos de abstracción y
generalización, que caracteriza al pensamiento y a los lenguajes
superiores. En 1923, trabajó con los tiempos de reacción relacionados
con los procesos de pensamiento y esto le hizo obtener un puesto en el
Instituto de Psicología de Moscú, donde desarrolló el “método combinado
de motor”, que sirvió para diagnosticar a los individuos en los
procesos de pensamiento y producto de su trabajo fue la creación del
primer dispositivo detector de mentiras.
Pero hacía ya varios milenios que los
historiadores y los filósofos como Aristóteles, Dionisio de Halicarnaso o
Demetrio de Falerno, como otros, habían observado la correlación entre
soma y psique que determinaba la forma de escribir de cada individuo. En
1622 Camili Baldo, profesor de Lógica y Metafísica en Bolonia, escribe
la primera publicación sobre el tema; y el primer “Tratado de
Grafología” data del siglo XIX siendo autógrafo del abate Hipólito
Michón, es a partir de entoncen cuando se establecen las primeras bases
científicas para estos estudios.