Los desastres son imprevisibles, violentos y sus efectos duraderos.
En los últimos 20 años, la respuesta frente a los siniestros se ha convertido en una estrategia en la conservación de archivos, bibliotecas y museos.
Florencia, 1966.
El río Arno se desborda en noviembre de 1966. Ocho instituciones resultaron gravemente dañadas: la Biblioteca Nacional con 1.200.000 ejemplares; el Gabinete Visseux con 250.000 grabados; cerca de 300.000 ejemplares de diferentes facultades, y más de 6 kilómetros de estanterías en el Archivo del Estado.
Florencia supuso un cambio en muchos aspectos.
Hasta los primeros años de la década de los noventa del siglo XX, la literatura, fue desarrollada por bibliotecarios de preservación, entre los que destacaron George Cunha, Toby Murray, John DePew, Patricia Battin o Susan Garretson Swartzburg, ya que fueron las bibliotecas universitarias y de investigación las primeras en interesarse en todo lo relacionado con la prevención de desastres.
A partir de los noventa la literatura crece vertiginosamente. Se publican numerosas monografías y artículos de todo tipo, pero la planificación de desastres sigue siendo un tema que fuera del ámbito sajón no tiene especial trascendencia.
En España no es hasta finales de los 90 cuando aparecen los primeros capítulos en el manual de John McLeary y Luis Crespo.
A partir del 2000 se incrementa notablemente el interés por la planificación.
En el ámbito internacional, la explosión informativa de Internet, el genocidio de Bosnia, la firma del segundo protocolo adicional de La Haya, el salto cualitativo del terrorismo internacional y el papel de IFLA serán fundamentales.
La planificación de desastres entra en su “Edad de Oro”.
Ya no se ve como un asunto de americanos, sino como una necesidad estratégica en archivos y bibliotecas.
La vanguardia en la promoción de la planificación de desastres corresponde, sin duda alguna, a la IFLA, que ha considerado el tema una de sus prioridades estratégicas. En la reunión de Glasgow, en 2002, fue aceptada la siguiente resolución:
“Se ha resuelto que, en vista de los muchos riesgos que amenazan al patrimonio cultural, todas las bibliotecas responsables de colecciones de importancia nacional, deben crear, comprobar, desarrollar y actualizar de forma regular un plan de desastres”.
Para el desarrollo de la resolución, el Comité de Preservación y Conservación organizó una reunión previa a la Reunión Anual de IFLA de 2003 en la Wissenschaften Akademie de Berlín, con el lema: Preparándose para lo peor, planeando para lo mejor: la protección de nuestro patrimonio cultural frente a los desastres. Las discusiones mostraron que existía una gran necesidad de diseminar la información sobre las estrategias y las técnicas adecuadas y eficaces sobre la prevención del desastre, su planificación y recuperación.