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Àrchivística y Ciencias Auxiliares



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El mundo de los archivos es complejísimo por la vasta materia contenida en los documentos que se reciben, conservan y sirven; se necesitan muchos subsidios técnicos, que variarán en duración e intensidad según la edad de los documentos en torno a los cuales vaya a dedicarse el archivero.

No es lo mismo un archivero que vaya a dedicarse a la sección de órdenes militares del Archivo Histórico Nacional, que otro que vaya a dedicarse al Archivo Central del Ministerio de Hacienda en 1994. En el primer caso, para abordar la documentación del consejo y los conventos de órdenes necesitará una fuerte base paleográfica, grandes conocimientos de diplomática medieval y moderna, conocimientos de latín y romance, buena base sigilográfica y heráldica, y soltura en el lenguaje de la historia de las instituciones. Estos serán sus auxilios más importantes.

En el caso extremo del Ministerio de Hacienda le resultará más fácil al archivero recurrir prospectivamente a las oficinas productoras de la documentación, a los mismos autores de la redacción de los documentos, a sus reglamentos, y obtener allí, con el auxilio de la legislación, los mejores criterios de identificación, valoración, organización y descripción de los documentos. En esa edad joven de los documentos es todo una labor prospectiva y de aplicar el sentido del orden archivístico, que ha aprendido en la archivística general, para los universos de documentos producidos por una institución actual.

Para los archivos del Antiguo Régimen, es necesario el estudio retrospectivo de su mundo, su letra, las formas de sus documentos, sus modos de actuar, sus lenguajes. Conocimientos especializados que permiten al archivero del s. XX conocer esos documentos. Ahí está el papel de la Paleografía, de la Diplomática, de la Sigilografía, de la Heráldica, de la Metrología, con las medidas ponderales de capacidad y agrarias, los sistemas monetarios del Antiguo Régimen; de la Genealogía que, rompiendo muchas veces barreras medievalistas, ha compuesto durante casi dos siglos el cuadro del plan de estudios de muchos archiveros.

El archivero debe tener una cierta familiariedad con todas estas ciencias, para en cualquier caso necesario, tener una referencia.

Para los archivos del Nuevo Régimen o “contemporáneos” está claro que también se necesita una buena base de Historia para recibir de ella esa sensibilidad delicada hacia el documento de cualquier edad propia del archivero, pero también muchos conocimientos especializados de la evolución de las administraciones, de sus usos y competencias, de su organización y métodos para mejor contrastar los archivos que se han hecho y se hacen en nuestros días. Son necesarias también una nueva versión ampliada de la historia de la escritura o Paleografía de la Edad Contemporánea, una Diplomática del documento contemporáneo y una Heráldica contemporánea entre otras.


La Archivística, aunque nacida como una ciencia auxiliar de la Historia junto con la Diplomática, la Paleografía, la Sigilografía, la Neografía, la Cronología..., tiene características propias, y su objeto y su metodología y fines se imponen configurando su independencia de todas aquellas disciplinas como auxiliares de la Archivística.

El archivero es así un profesional especializado, con conocimientos muy concretos y específicos sostenidos sobre la base de saberes muy amplios.

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