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EL IMPACTO DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS EN LOS ARCHIVOS




Los archivos son centros informativos y su materia prima la constituyen soportes de todo tipo, siendo éstos el continente de la información. La irrupción de tecnologías sofisticadas, creadas y diseñadas para la gestión específicamente, el tratamiento y la difusión de información, necesariamente suponían grandes y profundas transformaciones que afectaban al trabajo diario de los archiveros y, afectaban a todos los aspectos relacionados con su ejercicio y el quehacer profesional. 

Igualmente, los organismos y las instituciones productoras de documentos se vieron inmersas en los cambios que venían impuestos por las nuevas tecnologías aplicadas a la información. 

Aparecen documentos en soportes nuevos y novedosos sistemas de trabajo en las empresas y en las distintas oficinas públicas; aparecen innovadores sistemas de comunicación y de transmisión de datos y de información, que definen un marco  distinto radicalmente al hasta entonces existente. Ante este estado de la cuestión el archivero debía aprender a desenvolverse, entrando en relación y competencia con otros profesionales que trabajan con la información como es el caso de los documentalistas, de los bibliotecarios, los informáticos, los ingenieros de sistemas, los expertos en telecomunicaciones, etc.

La presencia del usuario de archivo, por su parte, en cuanto a su perfil, se ha ido diversificado y enriquecido. Por lo que respecta a los usuarios externos, cada vez en mayor proporción aparecen clientes que acuden a los archivos en demanda de informaciones puntuales que afectan a sus intereses, y lo hacen con plena conciencia de que están ejerciendo un derecho reconocido en la legislación: el derecho de acceso por los ciudadanos a los archivos y registros administrativos. 

En España el uso por parte de las organizaciones y de los ciudadanos de estas nuevas tecnologías no se tradujo de inmediato en una cultura de la información,  más bien una cultura informática. El usuario espera que la respuesta a su demanda sea lo más rápida, precisa y exhaustiva posible, paralela y producto de una administración cada vez más moderna, eficaz y, sobre todo, transparente.

           La incorporación al trabajo archivístico del ordenador personal  fue un proceso muy lento que vino de la mano de dificultades diversas, desde la resistencia al cambio por una parte de los archiveros que desconocían las posibilidades potenciales de esta nueva herramienta informática, hasta la despreocupación o el desinterés de los responsables  de los que dependían los archivos en los organismos, por invertir en tiempo, equipos, programas y formación.

El aislamiento de los archivos entre sí, la inexistencia de cooperación, colaboración e intercambio de conocimientos y de experiencias al respecto entre los archiveros, se unía a la ausencia de un solvente organismo administrativo que fuese capaz de aglutinar esa dispersión de los archivos y de sentar bases para la existencia de unos mínimos estándares normalizadores en terminología archivística, descripción, técnicas de difusión, programas informáticos y equipos, etc. Todo ello supuso un lastre para la optimización del trabajo del archivero que debería derivarse de la incorporación en su trabajo de las nuevas herramientas informáticas.

A falta de proyectos concretos y al no haberse planificado el para qué, el por qué y, el cómo de la informatización, cada archivo respondía por su cuenta a estos interrogantes e intentó hacer frente a los nuevos retos planteados.

El ordenador se aplicó, desde un primer momento y básicamente, a la descripción de los fondos archivísticos y a la edición de los instrumentos de descripción. 

Los procesadores de texto vinieron a facilitar y mejorar la presentación impresa de los catálogos e inventarios y, después, de las bases de datos documentales de tipo relacional, que cada vez se hicieron más potentes e intuitiva, y contribuyeron a garantizar cierta vertebración y normalización de los campos de información en las descripciones archivísticas y a facilitar y también a optimizar los procesos de búsqueda y de recuperación de la información interesada.

Las aplicaciones informáticas se fueron desarrollando autónomamente por parte de cada uno de los archivos. 

El  desarrollo de las telecomunicaciones posterior, la aparición de las primeras redes tanto remotas como locales y, con ello, la factibilidad de conectar ordenadores entre sí, no supuso, -en general-, una modificación en los usos y prácticas informáticas sustancialmente, que eran seguidos hasta el momento por la mayor parte de los archiveros, dada la ausencia de normalización en cuanto a descripción archivística.

La incorporación de las nuevas tecnologías al campo de la información y, más concretamente, la informática al mundo de los archivos no fue homogénea ni respondió a esquemas o procesos idénticos. 

Los archivos del área anglosajona, -básicamente los de America del Norte-, adoptaron desde la década de 1960, una serie de normas descriptivas, tomadas en esencia de las Reglas de Catalogación angloamericanas usadas en las bibliotecas y después adaptadas a un formato preexistente de intercambio, el formato MARC. 

El formato resultante fue el MARC para archivos y manuscritos (MARC-AM) y supuso para un gran número de archivos americanos la posibilidad de poder usar estándares descriptivos y un formato común. Esto permitió crear redes de intercambio de datos e informaciones archivísticas. Lo mismo sucedió con los archivos de Canadá, que desarrollaron normas de descripción archivística, estas fueron las RDDA, Régles pour la description des documents d’archives. Lo mismo pasó con las normas MAD en Gran Bretaña.

En el caso de España, la ausencia de consenso en tema de normalización de los instrumentos de descripción supuso una infrautilización de las posibilidades y de las potencialidades de la teleinformática. Se dieron experiencias de este tipo aunque siempre muy localizadas. Podría recordarse el caso de la experiencia desarrollada por las Diputaciones Provinciales en Tarragona y Lerida, con el apoyo del Departament de Cultura de la Generalitat, el resultado se materializó en la creación de una red de archivos comarcales, la normalización de los instrumentos de descripción y el uso de una aplicación informática común: el programa de gestión de los archivos comarcales (GAC).


CORNELLA, Alfons. Op. Cit. p.48
MASACHS I SURIOL, Josep María. La informatització de la xarxa d’arxius : desenvolupament i implementació del programa de gestió dels arxius comarcals (Gac). En LLIGAL nº 10, 1995

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