Su
desarrollo se ha establecido, sobre la observación basada en la experiencia,
que ha desembocado en la fijación de unos principios esenciales que a su vez
han determinado esa metodología y ese lenguaje propios que la identifican y la
distinguen de otras ciencias o disciplinas afines, al quedar hoy integrado en
el conjunto de las Ciencias de la Información.
El carácter práctico de la
Archivística -bastante anterior a la existencia de la ciencia archivística- es muy acusado,
hasta el punto de que muchos se inclinan en el momento de su nacimiento por considerarla
una técnica experimental, viniendo muy tarde, en cambio, la elaboración de
principios que, aún hoy por lo que respecta a determinadas cuestiones y sobre
todo por lo que afecta a la terminología, existe diversidad de criterios que
impiden quizá su aceptación generalizada como ciencia.
En sus
orígenes la Archivología, luego Archivística, nace unida a la Diplomática, a la
Paleografía y a la Biblioteconomía, lo que ocasionará una dependencia negativa
que retrasará su propia delimitación, hasta el extremo de que en sus inicios se
nutrirá del lenguaje y metodología de aquellas.
Los archiveros del XIX y de los
primeros años del XX proceden en su mayoría, en España, de la Escuela
Diplomática y de sus enseñanzas.
La independencia total no se alcanza hasta
épocas muy cercanas, cuando se asume plenamente y se lleva a la práctica la
teoría de que los documentos se pueden organizas de acuerdo a la estructura de
la institución de donde proceden, de forma bien diferente a los libros en las
bibliotecas, a las colecciones o a las periodificaciones, con frecuencia
temáticas, practicadas por los historiadores.